Estaba a punto de "contacto visual" con el rubiecito de la mesa cerca de la puerta. Ya hacía varias horas que estábamos ahí y entre tontera y tontera. flash! decisión-decidida. y siento la voz de mi amiga: Entró Juan Apócrifo!
-Qué? (y no lo vi como de costumbre)
El rubiecito era de publicidad. tenía la sonrisa de los que comen chicles blanqueadores, la nariz afilada, recta. Ojos celestes, redondos, de claridad lunar. Pero no, entró Juan Malacostumbrado (que es el mismo que el otro)
Con Juan Capilla (que es el tercer nombre) nos saludamos, se enredó con la "casualidad", pero siguió con seriedad, parquedad o lo que sea que tiene. Cada uno su vida, Juan Apócrifo!
Le miré los ojos, y me había olvidado del color que no se ve en fotos, se ve sólo a escasos centímetros. Qué lindo color! (se los hubiera sacado)
Juan Malacostumbrado no dijo Chau!, ése chau tan de antes que había sido memorable. me molestan los no-chau desde hace tiempo.
Ahora pienso: en vez de haberte tocado el hombro (o por ahí) tan inocentemente, en pleno enredo de casualidades te tendría que haber dado un beso/ o reírme de tus 95 años que ahora deben ser 97/ o hartarte con las llaves/ la sordera/ los monos! (o todo junto)
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me fui de viudita negra: le temiste al Tánatos inevitable después de Eros