Cuando empiezo a mirarte como pidiéndote permiso para saludarte, (es decir, con el gesto del que va a cabecear un centro que viene desde el corner pero que mira la pelota con la dificultad del rayo-de-sol que encandila. Así, con ese gesto) como pidiéndote permiso para saludarte, repito… es cuando ya estoy perdida… (Ay!)
estoicamente me asomo y acomodo en el cadalso y apoyando el cuello en la guillotina te digo a viva voz:
-Dale! Cortáme la cabeza!...
Total no me voy a dar cuenta.
(y encima te morís de las ganas, no?)
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