
Cuando la ruta-bufanda que se me adhería al cuerpo pensé que me iba a proteger del frío. Cuando vi la bufanda-ruta trepando por la vértebras pensé que me iba a decir palabras masticadas al oído.
Cuando... te vi irte el la ruta pensé que el espejismo de tu sombra se iba a dar

Cuando vi la ruta en mi cuello vi que era la boa constrictora de la angustia que hoy no me deja respirar desde que subiste la bufanda hasta la garganta. Está bien, si no querías que hablara hubieras tapado con lana tus oídos... no me hubieras silenciado las cuerditas, no musicales, del cuello desnudo.
Igual ahora escribo porque me ceñiste tanto con la ruta, con la bufanda, con la angustia (que son la trinidad de lo mismo) que solamente me dejaron los dedos para molestarte y escribirte en la brea caliente mi nombre... para que te veas y me veas... adherida a tus labios.
Hasta que me los ates con los hilitos de tus pestañas, que son la banquina de tu ruta y me quede solo el ombligo... para tragarte en un huracán hacia mi centro.
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