domingo, agosto 17, 2008
Ser verbo
Transformarse, desprendernos de una parte y trasmutar en prácticamente su contrario. Se nubla la vista y no ve. Se ve después. Después del desprendimiento.
Retornarse continuamente y despertar vidente, con la voz cansada, las manos ardientes. La contracción muscular del verbo actuando en su plenitud material. El aire es denso, el agua, también. El fuego es un bloque que nos abraza desde la espalda. El fuego es el pecho que nos quemó la voz.
Desconocerse, como si pariéramos a otra en cada ataque, como si el cerebro nos dejara camino libre, como si se fuera la mesura, el borde, el límite, el control. Desbordar.
Y olvidar.
Pequeñas síncopas de la memoria, o suicidios. La mente olvida lo nocivo, se protege encascarándose cortando el lazo con lo exterior cuando la materialidad es más materia de lo pensado. Cuando somos carne maciza y dejamos de molernos y fragmentarnos. Ser materia pura, bruta, neta. Músculo, golpe, palabra. Palabra dura de cachetada, palabra de “respetame”, de reproche, de “idiota”, de “¿qué te pasa?” y vocativos.
Cansada de explicar que los templos no se violan, no se tocan. Las eteridades permanecen en las purezas claras, en divagues, en barriletes. El cuerpo nos resiste los aires y los fuegos, el cuerpo es mi templo, mi cavidad, mi verbo materializado.
El verbo me muta cuando lo embisten, el verbo me sube por los brazos, el verbo te palpa la cara con toda, toda la conjugación verbal.
Éste es mi verbo. Éste es mi cuerpo.
(Y no te estoy invitando a esta aleación.)
Etiquetas:
nenarse
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 tejieron:
dijo una vez mallarmé
la poesía es el verbo vibrando
o algo asi
me acorde
lindo txt
saludos!
gracias gracias
amo los verbos
hasta luego!
Publicar un comentario