martes, septiembre 20, 2011

Vapor

Hay un vapor que me envuelve. A veces es gris y otras ridículamente rosa (hasta parece narcótico).
No tengo ganas de que el vapor se haga agua y después piedra. Lo quiero así, intangible.
Todo es más fácil y más complejo cuando no se puede tocar, y cuando eso tampoco nos toca.
Nos volatiliza.
Veo el vapor pero no es miedo, es otra cosa más a nivel de piel, no de espalda.
¿Qué sos vapor?
De a poco osás rozarme una pestaña; pero no te puedo devolver el gesto porque te aireás. Es como si te concentraras violentamente para hacerme una cosquilla pero sos vos el que no te la aguantás, vapor.
No puedo ni verte porque estás muy disperso y brumoso, como recién pasado por un microcolador.
Pero seguís envolvente y no puedo evitarte de mis contornos, ni esfumarte más porque ya estás disperso. Obsenamente disperso.
Hasta me das bronca de tan amplio que te aparecés como burlándote espectralmente.
Ahora me concentro en ira y me duelen los músculos cerrados porque como no puedo tocarte me encierro en cuerpo entero y me duelo como te podría doler a vos.
Guardate la caricia de pestaña, no me afecta que te concentres en la cosquilla.

Mirame.
Violeta y apretada.
Mirame.
Sin respiración.
Mirame.
Al borde del colapso.
Esto.
Esto sí es amor.



(no esa ridiculez que estas haciendo vos, vapor)

domingo, septiembre 18, 2011

¿A quién le estoy escribiendo esto?

Compartir la palabra en espejo, como jugando al tenis... ¡Ace!
Me quedé paleteando sola, después de empatar tanto.
Abandono del otro.
es el Silencio.
Prefiere el mutismo, no sé si suyo o mío.

Compartir la lengua, las papilas, los dientes. Siameses bucales.
Me gusta paladear tus palabras recién salidas, sin que se oxigenen siquiera, amnióticas en la bolsita.
No, tranquilo, no las voy a morder todavía, porque están jugosas.
Sé que muchas veces te empacho con las mías y que generalmente le tenés que poner una cucharadita de azúcar.
Son amargas pero no lo puedo evitar. No, no te lo hago a propósito. Sé que te tenés que tragar mis palabras enteras, sin degustarlas, que es eso o las escupís. Lo sé y no, no te lo hago a propósito.
¡Qué ricas que son las tuyas, redonditas!
Perdoname, no manejo mis palabras, no las limo, no quise lastimarte las encías. Escupilas de una vez, tiralas, no importa...
Porque me seguís dando palabras etéreas si te mando cuchillas. Devolvémelas y lastimame, así como yo o peor.
No te quiero ver dándole vuelta a mis dichos hechos bichos dañinos. Mordelos y quebralos.
Quebrame la palabra para que me solidifique de nuevo en yeso o prótesis, que se enderece.
Devolvémelas y que me de en la frente, que me toquen de lleno una vez.

No hay peor cosa que una caricia en respuesta a un golpe, así me estás haciendo mal.