La soleá me pesó en las manos. Cadencia.
En la piel tremulaba el encanto de la pena, a borbotones pequeños, en cosquilleo incesante. Sí, la espalda sostiene en peso de la historia y es la misma que se eleva a los cielos. Pero las manos... no podía dejar de sacarle los ojos de encima. Dibujaban la ausencia como si quisieran asir lo intangible, como si el aire fuera ese cuerpo que se escabuye. Las manos giran envolventes y ni así lo aprisionan.
Salgo temblando como si me hubiera quebrado la música, como si la memoria viniera a pesarme desde abajo, desde la tierra... pero no me suelda, me suelta
Mientras camino tengo la voluntad de frenar con el bolsito cruzado, dar media vuelta e irme.
Pensar en las ganas de irme
de nuevo
otra vez
(no es igual, no es igual, no es igual... la cabeza gira en ideas vagas, ridículas o cargadas de sentido, ideas buenas o pésimas, ideas para los otros o para una misma, ideas: intangibles como ese cuerpo aéreo que se escapa)
y al final entre quiero y no quiero, puedo o no puedo... este año cumplo tantos... y ya está
entre todo el maremágnum de imágenessonidospensados
Estoy yo
colgada de la borda
a punto de saltar
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