Hay algo más que acecho en el sigilo. Para que me hundas las garras, mi carne contraída no te sirve, tiene que estar blandita, suave, tierna.
Hay algo más, Juan, que esta imantación involuntaria, tiene que haber algo más
No alcanzan tus ojos de víbora y el resuello hipnótico, ya no.
Y va más allá de tus plumas monocromas de pájaro desteñido y alas mojadas o tu perfil de cisne negro que tremulaba
Hay y tiene que haber algo más y es ese punto seductor de la certeza/incerteza del ataque... El peligro que da miedo y ansias de que ocurra. La pulsión y repulsión de un juego vital y nocivo cuando la presa también está cazando al predador que lo sabe.
Y eso no está (¿estuvo?), ni en vos, ni en mí.
Ahora queda esta llanura segura donde tu presencia atrás de los pastos no me inunda el corazón de adrenalina.
Tranquilo, Juan, ya no nos vamos a matar
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